Alejandro Finocchiaro tiene 47 años, es abogado egresado de la UBA y es el Subsecretario de Políticas Educativas y Carrera Docente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
“En la sociedad tecnológica, a los ciudadanos ya no les bastará estar alfabetizados en la cultura letrada; han de estarlo también en la de los textos electrónicos, la de las tecnologías digitales, los lenguajes audiovisuales y el manejo de la información”, asegura.
Un breve perfil suyo…
Soy Especialista en Gestión Educativa y Magíster en Educación, egresado de la Universidad de San Andrés y Doctor en Historia por la Universidad del Salvador. Además, soy Profesor Adjunto de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho de la UBA, Titular de Política Internacional Contemporánea en la UCES y Profesor Titular Regular de la materia Procesos Socio-Históricos Mundiales y Profesor Titular de Derecho Político en la Universidad Nacional de La Matanza, donde me desempeñé como Secretario Académico, Vicedecano y Decano del Departamento de Derecho y Ciencia Política y Coordinador de la Maestría en Gestión Judicial.
Soy autor de los libros “UBA. c/ Estado Nacional. Un estudio sobre autonomía universitaria” y “El mito reformista” y de artículos sobre política internacional, educación, historia y filosofía política en publicaciones especializadas, diarios y revistas del ámbito nacional. También fui productor del documental “Mujeres de la Shoá”, realizada en forma conjunta por el Museo Shoá de Argentina y la UNlaM.
¿Cuáles son los aspectos que perjudican la mejora de la educación pública porteña?
La educación está inmersa en un contexto social y económico determinado, pensarla únicamente desde la Ciudad de Buenos Aires es perder parte de la mirada que debemos tener respecto al sistema educativo en su conjunto.
A partir de lo sancionado por la Ley Federal de Educación, la extensión de la escolaridad obligatoria es una realidad. La prolongación de la cantidad de años que un niño/joven debe estar en la escuela supone, no sólo la reorganización de la oferta educativa, ni de más años para las mismas finalidades, sino una ampliación de las experiencias formativas que el Estado se hace responsable de garantizar a toda la población escolar.
Ante esta nueva situación, se advierte como necesaria la construcción de nuevas estructuras y nuevos desafíos. Quizás el mayor de los desafíos, también para la Ciudad, es la de formular una escuela para todos. Una escuela más contextualizada, totalizadora, integradora y mucho más inclusiva que sobre todo, integre a sectores sociales cada vez más amplios.
Otro aspecto importante a considerar, a la luz de los resultados de las distintas evaluaciones jurisdiccionales, es la calidad educativa. Hoy, conviven con el imaginario de la escuela moderna donde “todo tiempo pasado fue mejor”, la necesidad de pensar una nueva escuela, renovada, actualizada y garante de la diversidad.
Un ejemplo de ello, es el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que mostró que la Argentina quedó ubicada por debajo de otros países de la región y que descendió 20 unidades entre 2000 y 2009, ya que los adolescentes de 15 años, producto de una educación sistematizada de entre 6 y 7 años, tenían serias dificultades para comprender textos y para resolver cálculos matemáticos.
No podemos negar que estos contrastes en la calidad educativa pueden enmarcarse en la combinación de dos grandes tendencias del sistema educativo argentino de los últimos treinta años: acceso masivo a la educación y aumento de la pobreza. Es decir, gran parte de los sectores más humildes acceden a los distintos niveles del sistema educativo pero sin embargo, la estructura social se ha vuelto progresivamente más desigual y la proporción de personas bajo la línea de pobreza ha aumentado significativamente.
En consecuencia, acceso, pobreza y desigualdad componen una fórmula que mina la misión de la integración social de una escuela de calidad tanto en la ciudad como en el resto del país.
¿Cómo se recupera el valor de la educación pública?
Teniendo en cuenta estas consideraciones, podemos decir que si bien en ciertos campos se perciben mejoras respecto de años anteriores, claramente estamos lejos de tener una educación satisfactoria y mucho menos aún, estamos cerca de lo que la propia Ley de Educación Nacional proclama.
La urgencia reclama abandonar retóricas descontextualizadas y análisis sin un diagnóstico certero, que den cuenta de lo que verdaderamente sucede en su entramado.
Adecuar el sistema educativo al siglo XXI, implica desarrollar un nivel de conciencia social respecto de la importancia de la educación como la gran transformadora de la realidad social argentina. Vamos detrás de largos debates de inclusión educativa que nos han alejado sustancialmente de los verdaderos objetivos de la educación que tienen que ver con formar a nuestros alumnos con saberes concretos que los habilite a ser parte activa de una sociedad del conocimiento.
En la sociedad tecnológica, a los ciudadanos ya no les bastará estar alfabetizados en la cultura letrada; han de estarlo también en un tipo particular de cultura letrada, la de los textos electrónicos, la de las tecnologías digitales, los lenguajes audiovisuales y el manejo de la información.
Para ello, se hace imprescindible reformular el concepto de lo que significa estar alfabetizado en la sociedad de la información y del conocimiento, que no van asociadas a nuevas formas de buscar, analizar, comprender la información, tomar decisiones con ella. Hoy, el término debe ser ensanchado hacia una nueva concepción, hacia un largo proceso que comprenda todo el desarrollo humano, que cambia con la cultura y en la historia y que tiene que ver con la escuela.
La institución escolar ha de enfrentarse al reto de intervenir adecuadamente ante tales exigencias y circunstancias, en un escenario diferente para construir al ciudadano del próximo siglo, donde se modifican los modos de circulación del saber y la materialidad de los objetos portadores de marcas escritas.
El nivel medio, sin duda, es la gran deuda. Las cifras reflejan que la cobertura, finalización y calidad educativa se encuentran lejos de las metas fijadas. Es llamativo que el cumplimiento de las metas de financiamiento educativo, se hayan alcanzado satisfactoriamente y no se vea reflejada la inversión en el plano práctico, ni en resultados concretos propuestos como metas pedagógicas.
La escuela como responsable y mediadora social de la palabra debe asumir el reto de asegurar el acceso a nuevos saberes que la sociedad hoy le está demandando, como lo hizo anteriormente con la alfabetización masiva, garantizando la formación de sujetos competentes, autónomos y críticos. Convirtiendo a los saberes en una herramienta privilegiada que lo habiliten para explorar experiencias nuevas, informarse, aprender, comprender críticamente el mundo que se abre a su alrededor, pensar y proyectar su destino.
¿En qué se pudo mejorar?
En la Ciudad hubo numerosas mejoras que fueron en dirección a darle continuidad y estabilidad al Sistema Educativo de la Ciudad y en las que creemos que deben ser las dos condiciones básicas para que pueda desarrollarse cualquier reforma que apunte a la mejora.
Sin lugar a dudas, el aumento en la inversión educativa permitió avanzar hacia el logro de muchos de los objetivos propuestos. Entre ellos, se obtuvo la estabilidad de los trabajadores que estaban por fuera del Estatuto del Docente (Programas-socioeducativos, E.O.E), titularización masiva de los docentes de nivel medio y superior, aumento significativo de recursos humanos destinados directamente a la atención de alumnos, importantes mejora en infraestructura escolar que incluyó la creación de numerosos establecimientos, la negociación por el salario docente permitió clases regulares sin interrupciones por paros, implementación y desarrollo curricular para la Nueva Escuela Secundaria, aplicación del régimen de profesor por cargo para evitar el docente taxi, inglés desde primer grado, capacitación docente a distancia, continua y en territorio, gratuita y de calidad.
La verdad, que las mejoras fueron considerables y variadas, pero la educación siempre presenta nuevos desafíos que apuntan a la posibilidad de que la transmisión cultural sea un acto concreto, donde lo escolar tenga sentido y donde la promesa de la escuela sea real.
¿Qué aspectos debe reunir un líder de la función pública?
Tres características principales. En primer lugar, debe sentir una profunda vocación de servicio hacia la sociedad en la cual vive. Segundo, debe poseer una fuerte formación vinculada al cargo que le toca desempeñar ya que la labor de un gobierno en la actualidad posee una complejidad muchas veces superior a la que existía hace 20 o 30 años atrás.
En último término, poseer un adecuado criterio político, ya que debe entender que todas y cada una de las decisiones que tome impactarán sobre personas reales a las que en un sentido u otro afectarán.